domingo, 14 de febrero de 2016

The Tallest Man on Earth (Sala Barts, 10-02-16)


Si algún lector/a de este blog es fan del sueco Kristian Matsson, seguramente estuvo en alguno de los cuatro conciertos que el cantautor escandinavo dio en nuestro país para presentar su último disco. 
Yo estuve en el de la Sala Barts el pasado miércoles, porque aunque ya lo había visto varias veces, era la primera que tenía la oportunidad de disfrutar de él con banda. Así que no desaproveché la ocasión, a pesar de los 35 eurazos de la entrada. 

Quien me conoce, sabe que siento gran admiración por The Tallest Man on Earth desde la primera vez que lo vi en directo en el Primavera Sound de 2009. Tanta, que consiguió que, al año siguiente, fuera a Sidecar a mi primer concierto sola por volver a verle. Es de esos artistas que en disco quizás no te llama demasiado la atención, pero cuando los ves en directo, tienen un aura especial que luego está siempre presente al escuchar su música. Nunca me habían atraído tanto los movimientos de un cantante en el escenario hasta que lo vi a él, porque aunque seguramente sean gestos estudiados (en su último videoclip aparece bailando danza contemporánea), encajan a la perfección con su música y parecen tan orgánicos como ella. Precisamente, hablando de bailar, escogí para que sonara en mi sección en la radio (a partir del 00:53:42 de este podcast), la canción Slow dance, uno de los temas con más instrumentación de Dark Bird Is Home (2015), su último trabajo.

Fue un verdadero placer para los oídos, la vista y la emoción, asistir a su concierto en Barcelona. Un sonido impecable, un setlist de lujo (combinando canciones él solo con temas con banda) y una implicación absoluta en todas y cada una de las interpretaciones. Piensas que es un crack con la voz y la guitarra hasta que llega Little Nowhere Towns y se sienta al piano a tocarla. Entonces lo elevas a otra categoría superior y allí se queda para siempre. Y es que no es solo el dominio del fingerpicking, es que las dinámicas que consigue y los gestos con los que las acompaña, no pueden ser más alucinantes. Por no hablar de las frases que en el disco las canta y en directo las habla, para que todos entendamos lo que nos está contando. 

No se puede negar que los temas de Dark Bird is Home (2015) necesitan a la banda, pero él, sinceramente, creo que no. Tuve la sensación que sus canciones más nuevas sonaron más brillantes que en el disco, que los cuatro músicos estaban en todo momento presentes, pero siempre en un segundo plano, con Matsson un paso por delante en todos los sentidos. Siempre atento con ellos, eso sí, estirándose en el suelo durante el solo de pedal steel de uno de ellos, vibrando para que el público vibrara.
Se puede cambiar de guitarra en cada canción y llevar una afinación distinta en cada una de ellas, pero él, además, te convence de que tirar su púa por los aires al final de cada canción es la única manera de ser él mismo. Nunca un cierto grado de chulería me había parecido tan necesario para creerme la música de un artista. En definitiva, nunca creí que me enamoraría un poco más del hombre más alto del mundo. 

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